
Se mostró impasible ante la crítica de la prensa trujillana, cerró sus enormes ojos al repudio del público, resistió hierática el ataque vandálico de los graffiteros y fingió no ver los accidentes de tránsito que provocaba con su voluptuosa figura.
Pero, su marmolina piel no resiste más el ataque de los gases tóxicos, su petrea cabellera sufre los efectos de la lluvia ácida y los estridentes bocinazos le ocasionan un "stress" que la han hecho pensar seriamente en el suicidio. Sin embargo, cuando iba a lanzarse a la pista bajo las ruedas de un microbús asesino... se contuvo, y movida por un atávico instinto de supervivencia decidió darse una nueva oportunidad y abandonar ese hostil ambiente.
Próximamente, apenas consiga el vehículo que la transporte, se instalará con escamas y todo junto a las olas del mar de Buenos Aires. Allí, refrescada con la brisa marina se envolverá en la bruma invernal y departirá amablemente con otras sirenas (las de carne y hueso) que suelen visitar esas arenas larquenses. Por el bien de todos...!!!